23 de enero de 2018

¿Qué pasa con España? (Primera Parte), del brigadista internacional británico Lon Elliot

Lon Elliott, librero inglés, fue uno de los miles de comunistas que no dudaron en darlo todo por defender a los pueblos españoles contra el fascismo, combatiendo en importantes batallas como las del Jarama o Brunete.

Tras el triunfo del fascismo en España, Elliot siguió siendo un activo militante por la democracia en España, como miembro de la Asociación de Brigadistas de España de Liverpool, escribiendo poemas y diferentes artículos y libros con el objetivo de describir el terror franquista y dar a conocer la necesidad de que la comunidad internacional acabe con él, porque, como afirma en el libro que hemos traducido, "¿Qué pasa con España?", "El terror en España no desaparecerá hasta que el fascismo no sea derrotado".

Precisamente, en el Condado de Mercyside, cuya capital es Liverpool, en una placa que fue donada a la Asociación de las Brigadas Internacionales de Gran Bretaña, se utilizaron algunos de sus versos para homenajear y recordar a todos sus caídos en la lucha contra el fascismo en España. En la citada placa, que se encuentra en la Jack Jones House (sede de la Unión de Sindicatos de Liverpool, que lleva el nombre de otro de los brigadistas que formó parte del grupo de más de 200 hijos de la ciudad que lucharon en España contra Franco, Hitler y Mussolini), se cita a los 27 de ellos que cayeron en la lucha por la libertad en los campos de España.

Los versos de Lon Elliott que aparecen en la placa-homenaje, traducidos al castellano hace un tiempo por este blog, son los siguientes:

"Los fusiles que nunca más empuñaréis
en otras manos alzan aún su voz frente a la noche.
Vuestros puestos ya los han ocupado otros hermanos
que recordarán cómo moristeis en defensa de lo justo,
el día que tomasteis las armas, desafiasteis el poder
de los siglos y moristeis victoriosos.

Camaradas, descansad ahora, porque todo lo que amasteis, llegará a ser.
No buscasteis la muerte, pero al encontrarla,
y más una muerte así, mejor que una vida de ignominia,
podéis descansar ahora satisfechos. Se ha encendido una llama de esperanza,
la bandera de la libertad tremola de nuevo desplegada
y todo lo que amasteis vive más fructuoso en este mundo
".

En esta ocasión, hemos considerado de gran interés traducir al castellano la obra de Elliot "¿Qué pasa con España?", donde repasa los crímenes del franquismo en España y subraya la evidente vinculación de este con el nacionalsocialismo alemán, clamando por la necesidad de una acción urgente para terminar con él, para bien tanto de los españoles como de toda la comunidad internacional.

"Los hechos expuestos en este panfleto no son sino una pequeña muestra del total de cargos que se pueden y deben presentar contra Franco y el fascismo en España, pero creemos que son más que suficientes para mostrar que “el problema de España” exige una acción urgente y decisiva por parte de las Naciones Unidas en general y de Gran Bretaña en particular".

Se trata de una obra que nos parece esencial, y en el que se repasa el terrorismo fascista en la España de Franco y donde se demuestra que el genocidio y exterminio llevado a cabo por los nazis en Alemania se produjo también en España a manos de los generales y empresarios franquistas, exterminio anunciado desde el principio de la contienda por los gerifaltes rebeldes, como muestran las palabras de Franco en 1938, “Tenemos un censo aún incompleto con los nombres de más de dos millones de rojos. No hay sitio para esta gente en España”, o del General Mola, "Si hay diez millones de republicanos en España que se oponen al régimen de Franco, Franco exterminará hasta el último de ellos tras su victoria".

El libro de Elliot también denuncia cómo España se convirtió en refugio de nazis tras el final de la SGM, teniendo estos una gran influencia tanto en el gobierno como en las grandes empresas del país, ante la pasividad de países supuestamente democráticos como Gran Bretaña, Estados Unidos o Francia, entre otros. Por ejemplo, describe como "En enero de 1944, después de una visita del diputado nazi Fuerhrer Borman, Franco emitió un decreto que otorgaba la nacionalización a los extranjeros que habían ayudado a su "movimiento". En el momento del colapso de Alemania, se dice que Franco otorgó rápidamente la ciudadanía española a unos 30.000 alemanes, la mayoría de los cuales nunca habían estado en España durante la Guerra Española. Se cree que el número total de estos "ersatz" (sucedáneos) españoles ronda los 50,000, e incluye a jefes de negocios, expertos políticos, saboteadores e, indudablemente, a algunos científicos nazis, expertos en bombas atómicas, etc.".

Por último, Elliot honra y recuerda a los luchadores antifascistas que ofrecieron su juventud y su vida para defender la democracia y el socialismo en España, tanto durante la Guerra Civil, como tras el triunfo de Franco, desde las montañas como guerrilleros o en la clandestinidad y el exilio y, por supuesto, denunciando la salvaje represión sufrida por miles de españoles en los campos de concentración o cárceles franquistas, que eran totalmente equiparables a la sufrida durante el régimen nazi.

Damos la palabra, pues, al bueno de Lon Elliot:

***

¿QUÉ PASA CON ESPAÑA?
(Primera Parte)


I. Primero, luchar
II. El Buchenwald español
III. Donde el hambre es dueño y señor
IV. Camuflaje para la esvástica
V. La voz de su amo
VI. El movimiento de resistencia
VII. Los guerrilleros
VIII. El gobierno republicano
IX. Intrigas en tierra de nadie
X. Escondrijo nazi
XI. Qué podemos hacer


            ¿QUÉ PASA CON ESPAÑA?

I.                   Primero, luchar

Dos republicanos españoles, Santiago Álvarez y Sebastián Zapirain, fueron detenidos en Madrid hace algunas semanas[1] en el transcurso de una gran operación fascista en la que la policía de Franco detuvo a cientos de españoles, a menudo por la mera sospecha de tener simpatías democráticas.

Como es habitual en estos casos en la España de Franco, Santiago Álvarez y Zapirain fueron sometidos a terribles torturas y, si las cosas hubieran seguido su curso normal, su ejecución se habría producido poco después.

Pero, por una vez, los acontecimientos no se sucedieron como es habitual. Los hombres del Movimiento de Resistencia Español comunicaron la noticia a Francia, donde más de 100.000 demócratas españoles esperan el día en que puedan retornar a su país.
Imagini pentru international brigade association 
Al cabo unas pocas horas, una avalancha de protestas se abatió sobre Madrid desde todos los rincones del mundo. Los gobiernos británico, francés, argentino y cubano se dirigieron a las autoridades franquistas por medio de sus representantes en España. En los Estados Unidos se organizaron piquetes ante la embajada española. En Cuba los trabajadores organizaron una huelga general de cinco minutos.

La noticia de las detenciones llegó a este país el dieciocho de septiembre y, en apenas algo más de una semana, ya había tomado forma una gran campaña contra el reino del terror de Franco.

Personalidades destacadas de todos los ámbitos sociales cablegrafiaron sus protestas a Madrid. Entre ellos había más de cien diputados.

La primera manifestación política que recorrió las calles de Londres tras el levantamiento de la prohibición vigente en los días de la guerra fue para protestar ante la embajada de Franco en Belgrave Square.

Por carta dirigida a la International Brigade Association, el ministro de Exteriores, Ernest Bevin, anunciaba que se habían dado instrucciones al embajador británico en Madrid para que investigase las mencionadas detenciones y “si las circunstancias lo aconsejaban, realizase las gestiones oportunas ante el gobierno español”. La carta de Bevin seguía así: “Se ha instruido al embajador para que advierta al gobierno español de la desfavorable impresión que produciría, de llevarse a cabo, la ejecución por motivos políticos de estos dos hombres”.

El comité ejecutivo del mayor sindicato británico, el Transport and General Workers, exigió la inmediata ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con la España de Franco, exigencia que, asimismo, comunicó por radio el presidente del Partido Laborista, Harold Laski, a una gran reunión en Nueva York.

El encargado de negocios soviético en Estados Unidos, [Nikolai] Novikov, pronunció en esa misma reunión de Nueva York palabras del siguiente tenor:

“Franco, mercenario de Hitler y Mussolini, debería ser procesado como criminal de guerra”. “Por sus actos agresivos contra la Unión Soviética, Franco se puso el mismo nivel que Hitler y Mussolini”. “Los pueblos de la Unión Soviética esperan que reciba su merecido y que su dictadura fascista sea abolida”.

Dean Acheson, vicesecretario de estado de los Estados Unidos, manifestó con total claridad que no cabe esperar acuerdos satisfactorios entre los gobiernos de Estados Unidos y la España de Franco.

Santiago Álvarez y Sebastián Zapirain habían vuelto a España desde el exilio para incorporarse al Movimiento de Liberación contra Franco. A pesar de su brillante trayectoria en el Ejército Republicano, sus nombres eran prácticamente desconocidos salvo para los españoles. Tras su detención, no obstante, se han convertido al punto en símbolos de todo el pueblo español y de su lucha contra la dictadura fascista.

La clase obrera y decenas de miles de hombres y mujeres progresistas en el Reino Unido no han olvidado ni un instante cómo, a pesar de todos sus esfuerzos –las grandes manifestaciones, los barcos cargados de alimentos, las colectas interminables en calles y fábricas o las innumerables resoluciones aprobadas–, el gobierno británico de Neville Chamberlain fue capaz de vender la España republicana a Hitler y Mussolini.

Ni tampoco han olvidado que las primeras víctimas británicas en la lucha contra la Alemania nazi fueron quinientos treinta y dos hombres y una mujer –Felicia Browne–que murieron combatiendo en defensa de la democracia española. Aunque Neville Chamberlain y su gobierno jamás honraron su memoria, ni aquellos de sus camaradas que quedaron inválidos permanentes recibieron nunca pensiones oficiales, los miembros del Batallón británico de las Brigadas Internacionales lucharon contra el mismo Hitler que combatieron los soldados en Dunkerque, El Alamein y Arnhem.

Son ya historia los días en que [Anthony] Eden y otros ministros tories negaban la evidencia de la intervención germano-italiana en España, y no es ya necesario recordar lo sucedido a lo largo de los tres años de una guerra, de 1936 a 1939, que permitió a Hitler y Mussolini establecer el fascismo en España.

La lección de aquellos años y el historial posterior de Franco se resumen en la declaración que acordaron los Tres Grandes en Postdam, por la que se comprometían a no respaldar ninguna solicitud de ingreso en las Naciones Unidas presentada por el gobierno de Franco “el cual, habiendo sido fundado con el apoyo de las potencias del Eje y en vista de su origen, naturaleza, historial y asociación íntima con los Estados agresores, no posee las cualidades necesarias para justificar tal ingreso”.

Algo más de un año antes, el 28 de junio de 1944, el National Council of Labour, que representa al Partido Laborista y a los movimientos sindical y cooperativo, hizo pública una declaración en la que se recordaban

“aquellos trágicos años en que el pueblo español entabló una lucha sangrienta en defensa de sus derechos y libertades constitucionales contra los militares rebeldes encabezados por el general Franco, quien, con ayuda de los dictadores alemán e italiano, sumió al pueblo español en la servidumbre física, intelectual y política”.

El National Council of Labour proseguía expresando su esperanza de que

“el heroísmo de los republicanos españoles se vea pronto recompensado con un gran acto que conduzca a su propia liberación democrática y haga de España un miembro de la comunidad de pueblos libres y amantes de la paz, reforzando así los vínculos de amistad en paz y prosperidad entre los pueblos español y británico”.

A pesar de la declaración de Postdam realizada por los Tres Grandes y de la victoria del Partido Laborista en las elecciones generales británicas, el Reino Unido y los Estados Unidos siguen reconociendo a Franco como jefe de Estado español. A sus ministros fascistas se les sigue considerando como miembros de un gobierno y no como criminales de guerra.

La sublevación de Franco contra el gobierno republicano costó la vida a un millón de españoles sobre una población total de unos 26. Desde entonces muchos miles de demócratas españoles han muerto ante los pelotones de fusilamiento franquistas, en los campos de exterminio nazis, en las filas de los Movimientos de Resistencia y de los ejércitos de países miembros de las Naciones Unidas.

Sin embargo, a pesar de este sacrificio, el pueblo español sigue gobernado por una dictadura fascista que emplea todos los archiconocidos métodos nazis de violencia, tortura y completa supresión de los más elementales derechos democráticos. Detrás de sus insinceras promesas de reforma, Franco sigue haciendo todo lo posible por eliminar cualquier rastro de oposición democrática por medio del simple expediente del exterminio físico.

Los hechos expuestos en este panfleto no son sino una pequeña muestra del total de cargos que se pueden y deben presentar contra Franco y el fascismo en España, pero creemos que son más que suficientes para mostrar que “el problema de España” exige una acción urgente y decisiva por parte de las Naciones Unidas en general y de Gran Bretaña en particular.


II. El Buchenwald español

Más que cualquier otra cosa en cinco años de guerra, más que las listas de víctimas, más que la guerra relámpago, que las bombas volantes y los cohetes, los campos de la muerte de Buchenwald y Belsen nos hicieron ver el horror y la degradación absolutos de la Alemania nazi.

Imagini pentru international brigade associationNo obstante, si un periodista llegado de Marte a nuestro planeta recorriera toda Europa y, al cabo de su periplo, se sentase a escribir un informe titulado “Los campos de la muerte nazis y la opinión pública británica”, es probable que se quedase totalmente desconcertado. Por una parte constataría el horror general y la indignación que el Reino Unido sintió al conocer las revelaciones de los campos nazis. Por otra –suponiendo que a este visitante de Marte no se le hubiese puesto impedimento alguno–, habría visto que siguen existiendo cárceles, campos de concentración, batallones de trabajos forzados, que no difieren en nada fundamental de lo que inventaron los nazis. Tales cosas las habría visto en España, un país con el que Gran Bretaña mantiene relaciones comerciales y diplomáticas normales.

El General Mola, uno de los capitostes de la rebelión fascista en España, dijo en cierta ocasión a un corresponsal norteamericano: “Si hay diez millones de republicanos en España que se oponen al régimen de Franco, Franco exterminará hasta el último de ellos tras su victoria[2].

En 1938 Franco pronunció un discurso en Burgos en el que esbozó su política para España. Dijo:

“Tenemos un censo aún incompleto con los nombres de más de dos millones de rojos. No hay sitio para esta gente en España”[3].

En julio de 1939 el fiscal de Sevilla dijo durante la celebración de un juicio:

“En el siglo XV, España poseía un imperio que contaba con tan sólo 12 millones de habitantes. ¿Qué más da si exterminamos hoy a la mitad de la población, si con 12 millones nos basta para reconquistar nuestro imperio perdido?”[4].

En agosto de 1939, [Eliseo] Álvarez Arenas, general franquista, en una conferencia pronunciada ante los estudiantes de la escuela militar de Granada, dijo:

“¡Exterminad a todo el que se oponga a la política del Caudillo por el medio que sea!”[5]

Franco ha incumplido la mayoría de sus promesas pero, sin duda alguna, ha hecho todo lo posible por exterminar a sus oponentes.

No ha habido tropas aliadas que hayan liberado los campos de concentración españoles y ninguna comisión de encuesta ha investigado los crímenes de guerra cometidos por los iguales de la Bestia de Belsen[6]. No es fácil obtener datos sobre el terror fascista en España. Pero existen pruebas suficientes para quienes se toman la molestia de buscarlas, del mismo modo que existían pruebas de los campos de concentración nazis mucho antes de 1939.

Mavis Bacca, católica, es una música inglesa. Fue a España en 1939 y todos sus contactos previos la habían predispuesto en favor de Franco. Su experiencia en la “nueva España” le abrió los ojos. El desencanto fue completo tras pasar ocho meses en la cárcel de mujeres de Les Corts por el “delito” de ayudar a algunos de nuestros aliados a escapar a través de España de la Europa ocupada por Alemania. Su experiencia está recogida en un libro actualmente en prensa y en un artículo publicado en Reynolds News el 8 de julio.

En las siguientes líneas se puede vislumbrar, siquiera de pasada, la infernal crueldad que  encontró en las cárceles del “valiente caballero cristiano”[7]:

“Había una mujer acurrucada encima de su colchón. Lloraba en silencio, tapándose la cara con las manos. Su actitud era de una desesperación tal, que no me parecía oportuno interrumpirla. Sin embargo, finalmente, la toqué en el hombro y le dije con suavidad: “¿Te puedo ayudar en algo?” “¿Ayudar?”, repitió mecánicamente, levantando sus ojos hacia mí. Entonces murmuró con voz ronca: “Han fusilado a mi hijo. Han asesinado a mi niño. Tenía 22 años…”
“Mis compañeras de prisión me contaron que al muchacho le habían condenado a muerte dos años atrás  por actividades rojas durante la guerra civil. Cuando ésta comenzó sólo tenía 16 o 17 años…”
“… Una joven fue encarcelada, acusada de haber pasado correspondencia a un antiguo republicano cerca de la frontera en Figueras. Tras detenerla, la llevaron a un cuartel de la policía y, ante veinte hombres, la desnudaron y le quemaron el pecho con cigarrillos encendidos. Esto no son habladurías, yo misma vi las cicatrices…”

En Les Corts, Mavis Bacca se encontró con mujeres que languidecían en prisión condenadas a penas que iban de los seis a los treinta años por “delitos políticos”, a menudo sin especificar, y a quienes no había procesado tribunal alguno. La comida era más que insuficiente y la higiene inexistente por completo.

Pero algo admirable sí que descubrió en las cárceles franquistas, a saber:

“La fe inquebrantable en el amanecer de un nuevo orden social, en una España regenerada, que era la principal fuente de energía que alimentaba el valor y la coherencia de la amplia masa de los [presos] “políticos”,  representativa de la vieja tradición republicana española”.  

José Vitini [Flórez] formaba parte de esa tradición republicana española. Con decenas de miles de republicanos se vio obligado a buscar refugio en Francia al final de la guerra de España. Cuando llegó el momento, se unió al maquis francés. Sus cualidades personales y su experiencia militar le permitieron alcanzar el grado de coronel. Él y los españoles a su mando combatieron en la guerra de liberación de Francia y expulsaron a los alemanes de la bellísima ciudad medieval de Albi y de muchos otros lugares del sudoeste francés.

Una vez liberada Francia, todo el empeño de Vitini se volcó en el trabajo que aún quedaba por hacer en casa. Cruzó los Pirineos y se unió al Movimiento de Resistencia Español. Se produjo un contratiempo y las autoridades franquistas lo detuvieron. Lo sometieron al típico juicio farsa que organiza Franco cuando se digna juzgar a sus víctimas: el fiscal despotricó durante horas y un abogado defensor falangista formuló las alegaciones de rigor y pidió clemencia para sus defendidos, dando fríamente por sentado que eran culpables de todos los cargos de terrorismo que se les imputaban. Vitini y sus diez camaradas fueron condenados a muerte y ejecutados el día de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial.

El hombre que confirmó la sentencia contra el héroe de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) fue el criminal de guerra Muñoz Grandes, capitán general de Madrid y antiguo comandante de la División Azul que luchó contra los soviéticos. La Unión Soviética pretende juzgar a Muñoz Grandes por sus acciones en el frente oriental, entre ellas la destrucción de las iglesias de Novgorod.

A Franco le convenía anunciar la ejecución de Vitini y de sus camaradas, pero por cada ejecución a la que se da publicidad en España, se asesina a cientos de hombres y mujeres en secreto.

La Junta Suprema de Unidad Nacional, máximo órgano de dirección de la oposición democrática a Franco en el interior de España, ha publicado listas de las víctimas del franquismo en las que figuran los miembros de cada una de las organizaciones democráticas.  

La Convención de Ayuda al Pueblo Español, que se reunió en México este año, declaró que “durante los últimos seis meses de 1944, se produjeron 1.136 ejecuciones en diez ciudades españolas: 576 en Madrid, 39 en Gijón, 16 en Jaén, 230 en León, 104 en Ocaña, 23 en Ciudad Real, 30 en Bilbao, 40 en Málaga, 35 en Santander, 43 en Guadalajara”. Muchos de esos fusilamientos se llevan a cabo siguiendo la práctica nazi de la represalia. Se ejecuta a prisioneros por las acciones de resistencia de otros.

Puede que la industria y la agricultura españolas estén subdesarrolladas, pero los métodos de los torturadores franquistas están totalmente al día. Emplean las más recientes aportaciones de la Gestapo en la materia: electrodos, drogas, etc. Han dejado a Torquemada y a la Inquisición a años luz.

La prisión de Ocaña es una de las peores. En ella están encarcelados los presos “más rebeldes”. En Ocaña se les encierra en celdas de aislamiento que son como tumbas en las que apenas pueden moverse. La comida se reduce a pan y agua. Las palizas son constantes y las ejecuciones se producen sin mediar causa, juicio o condena alguna.


Los cálculos varían en cuanto al número de prisioneros en las cárceles franquistas, pero la cifra mínima que parece más fiable es la que dio la Convención mexicana, a saber, 200.000 personas. Tales cálculos se basan en la capacidad conocida de los centros penitenciarios españoles y en el hecho, también conocido, de que todas las cárceles estén llenas hasta los topes. Esta cifra, sin embargo, no tiene en cuenta las decenas y decenas de edificios requisados por todas partes y convertidos en prisiones. El periódico norteamericano PM  eleva la cifra total por encima de los 400.000 reclusos.

Lord Templewood, antiguo embajador británico en Madrid, que, en su día, no se distinguió por su enemiga contra Franco, consideró oportuno denunciar las inhumanas condiciones carcelarias que existen en España en un discurso pronunciado el 21 de marzo:

“A mi parecer, las condiciones penales en España atentan en casi todos los sentidos contra los principios básicos de respeto a la personalidad humana”.

A quienes están en las cárceles hay que añadir, igualmente, los miles de españoles aherrojados en batallones de trabajos forzados. Hasta hace poco unos seiscientos de entre ellos trabajaban en un monumento que está construyendo el franquismo cerca de Madrid en memoria de los fascistas muertos en la guerra de España. Otros trescientos trabajaban en las minas de mercurio de Almadén, donde, según se dice, hay capital británico invertido. Trabajan de 10 a 14 horas diarias y reciben por ello el valor de un penique, aproximadamente. No se les proporcionan mantas y la comida es el mismo rancho miserable que se sirve en las prisiones españolas. Franco llama a esto “redención por el trabajo”. En realidad, no es más que otro método de exterminio de republicanos.

El terror en España no desaparecerá hasta que el fascismo no sea derrotado, pero sí es posible hacer algo ahora mismo: el deber ineludible del gobierno británico y de sus representantes diplomáticos es condenar públicamente los crímenes de Franco del mismo modo que condenaron los crímenes de los nazis.


***




[1] Los hechos relatados se remontan a agosto de 1945. [Nota de los traductores]
[2] Probable retraducción [N. de los t.]
[3] Retraducción [N. de los t.]
[4] Retraducción [N. de los t.]
[5] Retraducción [N. de los t.]
[6] Apodo dado por los internos del campo de concentración de Belsen a Josef Kramer (1906-1945), oficial de las SS durante la Segunda Guerra Mundial y comandante de los campos de concentración de Struthof-NatzweilerBirkenau y el ya mencionado Bergen-Belsen. [N. de los t.]
[7] Francisco Franco, en palabras del miembro del Partido Conservador británico Henry Page Croft, pronunciadas el 23 de marzo de 1938 en un mitin filofascista celebrado en Londres. [N. De los t.]

1 comentario:

Juli Gan dijo...

Terrible relato, pero estupenda contribución inglesa que da valiosos datos y detalles de referencia. Gracias por subirlo.

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